Puños y letras: Rodney Stone y La ley del silencio

Recientemente se ha publicado en castellano una de las novelas “menos conocidas” de A. Conan Doyle, Rodney Stone (Capitán Swing, 2011). El claro ejemplo de que el autor de Sherlock Holmes, tenía un talento innato para relatar con un estilo elegante y apasionado,  aventuras tan emocionantes como la de esta novela.

Incluso cuando su mayor intención es narrar en primera persona las impresiones del joven protagonista Rodney Stone, sobre el nuevo mundo que se abre frente a sus ojos, la magistral contextualización histórica, genera el sano debate sobre, si en las novelas de Conan Doyle, es tan bueno el continente como el contenido.

Con el incipiente boxeo como hilo conductor, la novela conforma un abanico de personajes, retratos y acontecimientos de los más singulares en la Inglaterra Previctoriana. Radiografía los estratos de una sociedad ya pasada, pero que al fin y al cabo se dividía en función de los mismo conceptos en los que se divide cualquier sociedad actual: honrados y viles, valientes y cobartes…

Die Boxer Paul Roderstein y Hein Hesser (August Sander, 1928)

Lo mejor de esta novela, que fue recreada en el cine en 1913 (The House of Temperley de Harold M. Shaw), es la humanidad que desprenden sus personajes. Rodney Stone encierra una brillante historia sobre camaradería, patriotismo y pasión por el boxeo.

Y aunque este deporte haya sido relegado al rincón de los más salvajes  pasatiempos humanos, hubo un largo tiempo en que dignificaba no solo al que lo practicaba, sino que en muchos casos le servía de única arma de escalada social, de supervivencia.

La misma supervivencia que late en las páginas de On the waterfront (La ley del silencio, Acantilado. 2011) una novela escrita en 1955 por Budd Schulberg, el príncipe de Hollywood, el delator, el guionista, el ex-cronista de boxeo… o todo ello al mismo, en un personaje sorprendente.

Su origen se remonta unos años antes, cuando el curioso Schulberg se inmiscuyó en los entresijos de la ribera del Hudson, New York, entrevistando a estibadores, jefes de sindicato o recorriendo los bares con buen oído, para posteriormente publicar una extensa pieza en prensa sobre la corrupción portuaria.

Fue entonces cuando los voraces magnates de Hollywood vieron en esa pestilente historia un guión de cine. Encargado al autor, en 1954 se estrenó como La ley del silencio, consiguiendo ese mismo año 8 Oscars de la Academia, incluido a la mejor película para Columbia Pictures,  al mejor director para Elia Kazan, al mejor actor para Malon Brando y por supuesto, al mejor guión original para Budd Schulberg.

Fotograma de La ley del silencio de Elia Kazan (Columbia Pictures, 1954)

Con todo, no quedó satisfechó y “ese guión de 125 páginas, se convirtió en una novela de 400, con otro punto de vista, con un final diferente”, y en la que los personajes con sus tribulaciones, se muestran más ambiguos y por eso más reales. Una novela donde el estilo de Schulberg cobra mayor complejidad y tiende a detenerse en la particular historia de cada matón, de cada codicioso, de cada borracho o de cada chantajista. Las luces y las sombras de la Iglesia o la Política, el maniqueísmo inútil y entre la infortuna, una historia de amor. La literatura golpeando bajo, como a veces lo hace la vida, en una novela magistral.

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